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NO SOS VOS, SOY YO QUE NO QUIERO QUE ME CORTEN LAS ALAS. Por Carolina Barreiro

Como me sucede bastante seguido, antes de meterme de lleno con el desarrollo del artículo, mi imaginación hizo de la suyas y se movió a gran velocidad creando un escenario ficticio (o no) donde un empleador y un empleado sostienen una incómoda conversación que servirá de introducción para entender el tema en cuestión, el cual espero que dé lugar a reflexiones en semana de turismo…

-Daniela: ¿Hola Mariano, tenés un minuto?

-Mariano: Daniela, si claro, decime…

-Daniela: Quería hablar un poco el tema de mi aumento. Hace 6 meses que trabajo en la empresa, cuando ingresé me comentaron que, pasado el tiempo de prueba, mi sueldo aumentaría.

-Mariano: Bueno, viste que estamos peleándola entre todos con algunos clientes, la cosa no está nada fácil, pero déjame charlarlo con Pablo (el socio) y te damos una respuesta a la brevedad.

-Daniela: Ok, gracias Mariano.

-Mariano: A vos Dani.

Daniela se retira indignamente con la cabeza baja y una cierta irregularidad en las palpitaciones, sabiendo que la charla con Pablo va a ser tan lamentable como el hecho de tener que acercarse a reclamar lo que le prometieron.

Si en algún momento de tu vida tuviste que acercarte a un superior en la jerarquía laboral con una previa preparación de speech digno de un Martin Fierro, entonces estás leyendo el artículo correcto.

Por supuesto que me vi padeciendo los roles de subordinación toda de mi vida, incluso soy de esas que, si no tiene un jefe digno de admiración, no me suelo tomar en serio ninguna orden y se me nota en cualquier movimiento facial que deje entrever que lo mío no es estar anclada a los traumas, caprichos e intereses del otro. He tenido jefes irresponsables, olvidadizos, egoístas, idolatras, convenidos, narcisistas, freaks, un poco más que freaks y pruebas fehacientes de que el mundo es demasiado generoso.

Sin embargo, de todos he aprendido algo, pero más aprendí de mi misma cuando empecé a tener mis trabajos de forma independiente por fuera de las 8 horas.

Lamentablemente en Uruguay los escritores y copywriters (o cualquier persona que a través de los textos pueda generar emociones y resultados) no somos tan tenidos en cuenta. Las personas olvidan que para realizar cualquier acción necesitás comunicarte y si no encontrás la manera de hacerlo correctamente, tenés que recurrir a alguien que lo sepa hacer (y si éste alguien es especial, te aseguro que la competencia dejará de existir). Sumado al poco valor que se le da a la lectura, nuestro panorama es de sobrevivientes, pero en eso estamos, comiendo las frutas de los árboles más fuertes e intentando construir chozas de vocación que no se vuelen con los fuertes vientos de la incertidumbre y el miedo.

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A priori, la palabra “freelance” suena a inestabilidad con solo pronunciar sus cuatro primeras letras, pero para fortuna de muchos que aún le temen a la expresión o lo que puede implicar este estilo de vida, significa un encuentro con el alma inmenso (imposible de expresar con palabras).

Para poder escribir este artículo con un mínimo margen de investigación, en estos últimos días he estado en contacto con buenos conocidos que dedican su vida entera a sus pasiones, personas que han sabido estar arriba y abajo, en el medio y flotando, pisando tierra firme y embarcándose en nuevos recorridos. Músicos, fotógrafos, diseñadores, artistas, productores y emprendedores que se “tomaron el palo” del sistema bajo contrato y empezaron a darle forma a sus ideas y, sobre todo, ellxs solitxs decidieron qué hacer con su jubilación.

La idea de trabajar toda la vida para alguien o de ser un buen empleado para ir escalando hasta tener un puesto destacado donde la tinta de “ceros” haga grumos en el recibo de sueldo, quedó un poco cliché. Así como también el concepto de “seguridad”

-No me siento más seguro por tener un trabajo estable hace más de 10 años, me siento seguro trabajando a mi modo.

Los millennials tenemos hambre de progreso y por lo que estuve observando, somos muchos los que no nos andamos con vueltas a la hora de darle forma a nuestros sueños más profundos, comprendiendo casi de manera mecánica que el camino es engorroso, inseguro, complicado pero que por cada paso en falso siempre habrá una gratificación.

-El camino es sacrificado pero rico a la vez, lo volvería a elegir una y otra vez.

Todo esto de pensar en que suene el despertador para encontrarse con un sinfín de responsabilidades que dependen únicamente de nuestras capacidades, anhelos, ambiciones y profesionalismo, me inspiró para escribir un poema dedicado a todxs los que pisotearon mis ideales por alguna negligente razón:

 

Ando desvariando entre los umbrales de esta prisión,

pájaro con parche de número primo en jaula indeseable,

ansiando que pase fin de mes para conformarse.

 

Lo que busco no está en tus párpados de hielo,

quiero una sensación que me abrace con fuego,

que me queme las entrañas,

que haga bombear el corazón.

 

Sentados en un cubículo de oro los veo,

pestañeo dos veces,

los percibos en pena,

pestañeo 3 veces,

grises y anfibios los dedos.

 

Intenso el tipeo acompañado de un café,

salir cuando baja el sol,

sentir orgullo de ser algo.

 

El cubículo de oro abre la boca con fuerza,

devorando a los que quedaron trasnochando,

entregas millonarias,

miserias en los bolsillos de los que más garra pusieron.

 

Mis hermanos que me hacen llamar compañeros,

están cansados de tanta desdicha.

Aguantan ladrillos en sus mochilas,

todo sea por terminar el día con una copa de vino.

 

Que este día nunca termine,

mientras me encuentre desvelada escribiendo,

inspirándome en los más libres.

Incomprendidos,

revolucionarios,

transgresores,

ocupados,

los ojos que miran más allá de lo que conocen.

 Para rematar, te dejo un video de Jim Carrey que ya tiene unos años pero que siempre me gusta ver cuando apuesto a mi inteligencia en lugar de dejar en dominio al boicot mental. Por si no sabías, el padre de este talentoso actor tenía madera para ser un excelente comediante, pero por miedo siguió con su trabajo estable, años después, lo echaron y al poco tiempo falleció, exactamente en la fase auge de su hijo, quién ya a esa altura ganaba millones de dólares haciendo lo que más le gustaba: hacer reír a las personas.

Nuestra existencia no es en vano, se puede vivir de lo que más te hace feliz sin tener que trabajar para otros que ni siquiera conocen tu verdadero valor.

No dejes pasar ni un solo día más.

¡Tu sueño está esperando que despiertes!

 

 

 

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 Escritora creativa – Apasionada crónica. 
 “- ¿Qué hago con todo lo que siento? – Pregunté a mi alma.
– Bueno, escribe – Respondió.”

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